El otoño es quizás el mejor momento para la Base.  Me refiero a la luz y la temperatura: las tierras arenosas sobre las que estamos asentados aún conservan parte del calor absorbido  durante el verano y la cercanía del mar mediterráneo también aporta sus grados. Las hierba vuelve a crecer por todas partes gracias a las primeras lluvias. Las viñas se oxidan en los campos que nos envuelven y las últimas uvas que olvidaron los vendimiadores se convierten en pasas lentamente. Es el momento de recogerlas, así como las almendras, granadas, palosantos, etc.. que han quedado en árboles cercanos.

 También es el momento de hacer leña; un vecino nos cede un par de bosquecillos de pinos junto a la BASE. La tramontana va derribando los troncos y nosotras nos encargamos de ir sacándolos.

  Aprovechando el buen tiempo, seguimos acabando el porche. Ha llegado Oriol, un voluntario que fue paleta profesional y nos ha echado una mano con los acabados. Supongo que han sido las oraciones de Ruben y Bel. Es de agradecer. Los jóvenes están aprendiendo mucho y rápido, la verdad.