Es evidente
que asistimos al (re)florecimiento de la cultura de lo local y lo comunitario,
ya sea bajo la forma de proyectos de cooperativas, pueblos en transición o eco
aldeas. La ingente proliferación de nuevas iniciativas eco aldeanas y
comunitarias por toda Europa va
cambiando la consideración de su papel en lo social: ya no se contempla a las
comunidades como meros laboratorios sociales, sino como una opción de vida más,
un estilo de vida tan válido como cualquier otro y que no se erige contra nada
ni contra nadie, si no más bien, todo lo contrario. No estaría de más repasar y recordar en qué medida ese
reconocimiento (GEN, la red global de Ecoaldeas, es miembro consultor del
programa para la Educación y el Desarrollo Sostenible de la ONU) del papel de
las ecoaldeas y comunidades como motor de transformación social se corresponde
con la realidad.
Si pusiéramos
sobre una lista las tendencias que se consideran hoy en día como punteras, las
palabras que más se repiten en los medios, una lista en la que podrían estar,
por ejemplo, desarrollo
sostenible, energías renovables, bioagricultura, medicina natural, educación en
valores, democracia participatoria, cultura del reciclaje, redes sociales,
activismo social, podríamos aseverar que
todas -o la mayor parte de ellas- fueron creadas o desarrolladas por colectivos
pertenecientes a ecoaldeas o comunidades. Cabe recordar que incluso Internet
surgió como herramienta para facilitar la comunicación entre militares, por
cierto una de las más grandes comunidades jerarquizadas que, junto a las
religiosas, son las más numerosas y poderosas. ¡Qué bien va tener solo que
obedecer!
Los modelos
de reciclaje y aprovechamiento de
aguas que surgieron de las comunidades kibbutz son aprovechados en todo el
planeta; la democracia participativa, hija del asamblearismo comunitario; el
reciclaje es el pan nuestro de cada día en cada proyecto ecoaldeano; la
medicina natural es heredera de la sabiduría del médico del pueblo o de la
bruja local, que es la que conoce la farmacopea natural; las energías
renovables, también un invento científico-nuclear, fue adoptado desde sus
inicios por las comunidades que perseguían la autogestión energética como parte
de sus ideales o para responder a sus necesidades; la mediación internacional
tiene mucho que agradecer a las herramientas de gestión de conflictos
desarrollados también por algunas comunidades; la educación actual va
incorporando gradualmente muchas de las herramientas que se van desarrollando
en las escuelas libres; en ningún otro lado como en las eco comunidades se ha
desarrollado la bioconstrucción que hoy en día impregna cualquier proyecto
arquitectónico que se precie; y qué decir de ese apremio actual por valorar lo
local? No es acaso el mantra de cualquier comunidad sostenible? La economía
social, las monedas alternativas? El cooperativismo? Todas ellas también
desarrolladas en entornos comunitarios. Las ciudades y pueblos en transición
fue desarrollado por un miembro de la GEN Europa.
En fin, muchas
son las relaciones que podrían encontrarse entre las soluciones testadas y
creadas en comunidades y el vocabulario de lo que se considera políticamente
correcto en términos actuales. Las ecoaldeas y el modelo que han creado pueden
sentirse orgullosas de ese retorno a una
cultura y desarrollo que trata de cuidar a las personas y al planeta,
cada una en la medida de sus posibilidades, claro está, pero todas demostrando que, juntas, cualquier
presente es posible (y la comida, más variada).
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