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miércoles, 13 de marzo de 2013

Artículo sobre las letrinas.



  Letrinas? Vatéres secos? Los japonenses lo tienen claro.



  Acabo de volver del Japón, país que hacía tiempo que esperaba conocer. Hay muchas cosas que podría comentar de tamaña y milenaria civilización, pero hay una en especial que no me quiero callar y que me gustaría compartir: por fin he decidido qué tipo de váter le falta a mi vida. Y es el váter japonés.

  Recuerdo un artículo del brillante Mateu Ordoneda –aparecido en la revista Ecohabitar  hace unos años- en el que abordaba el eterno dilema que asalta a todo auto constructor a la hora de decidir qué tipo de letrina o váter seco incorpora a su  vivienda “eco”. Casi todos los que nos vemos en ese impasse compramos libros sobre el tema, estudiamos las letrinas detenidamente cada vez que visitamos proyectos, hablamos con los que tienen experiencias, buscamos modelos por internet, etc…. Y finalmente han pasado siete años y sigues (y sigo) sin la dichosa letrina, pues no hay nada peor a la hora de  acometer una obra que tener de 12 planos diferentes. En fin, cualquiera que se halla encontrado en esa situación sabe de lo que estoy hablando.

  Pues el caso es que por fin me he decidido. Ya lo encontré: quiero un váter japonés.





La primera vez que te encaras a uno la verdad es que impone: la taza es enorme y tiene más botones que la consola de una X-box, dispuestos a lo largo de un ciber dispositivo que surge a modo de reposa brazos en el lado derecho (desconozco si también hay modelos para zurdos); usualmente también aparece  un mando a distancia a menos de una brazada de la taza. Al tomar asiento te sorprendes por que el material es acolchado y está caliente. Y piensas “qué buena idea”, porque si no estuviera calefactada y con el frío que hace en Japón en invierno,  al levantarte lo más seguro es que la tapa se te hubiera pegado al culo …

  Pero no acaban aquí las posibilidades del notable artilugio extremo oriental: en el interminable cuadro de instrucciones adjunto (es tan largo que ya no hace falta llevarse lectura al baño…) se nos indica el destino y funcionamiento de cada botón: el sistema cuenta también con otro brazo inferior invisible que tiene tres posiciones y que se despliega bajo nuestras posaderas al acabar la micción. Podemos jugar con el joystick dependiendo de hacia donde queremos dirigir el chorrito; pero como además cada chorrito cuenta con cinco posiciones variables de intensidad y otras cinco de temperatura, enseguida ya disponemos de 75 posibilidades sin contar las de  los wc que incorporan aire caliente para un secado final, con sus correspondientes variantes. O sea, un festival. Ni durante las tres semanas que permanecí en el país tuve la oportunidad de comprobar todas las variaciones posibles, sobretodo porque un día, jugando con los botones de intensidad del chorro, me despisté y acabé por practicarme una limpieza de colón bastante desagradable; desde entonces me ceñí a lo clásico: modo automático.

  Hay que comprender que Japón es ultra limpio y que encuentras lavabos hasta en los puestos de castañas. Un día me entretuve calculando y en seguida resolví que el país asiático debía de albergar más de 300 millones de esos aparatejos, todos termoalimentándose las 24 horas del día. Por muy electrónico que sea el sistema, el gasto energético para el país debe de ser considerable. Yo creo que una de las muchas centrales nucleares con la que cuenta el país debe de estar dedicada sólo a calentar las posaderas de los que viven allá. Seguramente alguien se debe de haber dado cuenta y se está intentando equilibrar tanto derroche con varias iniciativas, como por ejemplo minimizando el grosor del papel higiénico, aunque personalmente creo que la medida es contraproducente puesto que, como el papel es tan fino, acabas por utilizar medio rollo cada vez, sobretodo en los modelos en los que aún no está instalado el secador inferior.



Son dignos de mención los modelos que llevan incorporados ahorradores de agua; constan de un pequeño lavamanos instalado directamente sobre la tapa superior de la mochila del wc. El grifo se acciona automáticamente al tirar de la cadena para que nos lavemos las manos, aprovechando así el agua sucia para la siguiente descarga. También destacar alguna pegatina en la que, apelando a nuestra participación en la lucha por la salvación del planeta, se nos apremia a utilizar el papel higiénico hasta el final, hasta encontrar el cilindro de cartón.




No sé porqué seguimos creyendo en la evolución; como botón de muestra de mi más enérgica oposición a tal idea aquí os dejo una foto de cómo era el sistema hace dos o tres generaciones.



  

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